Así cambió el covid persistente la vida de María: «Estuve un año entero con la regla, con sangrados diarios súper abundantes»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

covid persistente
F. Sotomonte

Esta asturiana se contagió de SARS-CoV-2 hasta en tres ocasiones. En una de ellas el virus se volvió persistente y desde entonces ha mermado por completo su salud. Cuenta cómo ha limitado su día a día y la variedad de síntomas con los que convive

29 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Hay a quienes les cuesta reconocer que el covid no es un catarro. Para algunos lo será, pero otros todavía estamos peleando contra él. Para nosotros la pandemia todavía no se ha acabado». Quien hace esta dura reflexión es María González. Esta asturiana lleva cuatro años lidiando con los estragos de esta enfermedad. Se contagió hasta en tres ocasiones de SARS-CoV-2 y desde entonces, aunque todas las pruebas PCR arrojan resultados negativos, continúa teniendo todos los síntomas. Algunos con el paso del tiempo acaban desapareciendo pero, por desgracia, pronto aparece un nuevo sustituto. Una variedad de indicios que han mermado «por completo» la salud de esta mujer hasta el punto de limitar su día a día. «No puedo ni siquiera quedar para tomar un café porque no sé cómo voy a estar», confiesa. «He pasado de tener una vida de una persona de 40 y pocos años a una de 80», apunta llena de impotencia.

Cuando apenas se sabía nada de este virus respiratorio, el covid-19 llamó a la puerta de María. Entró como Pedro por su casa y desde entonces puso su vida patas arriba. Cuando se contagió por primera vez, en enero del 2020, esta asturiana sentía que le faltaba el aire, le dolía mucho el pecho a la hora de respirar y su temperatura corporal estaba más elevada de la cuenta. Se encontraba «bastante mal», pero no llegó a ser hospitalizada. Y aunque ahora todo apunta a que era coronavirus, no está diagnosticada como tal. Cabe recordar que por aquel entonces no se hacían pruebas de detección de esta enfermedad.

Durante unos cuantos meses se sintió cansada y muy fatigada, pero le restó importancia al asunto porque «había pasado una enfermedad con mucha fiebre y con un gran malestar». Recuperó su estado de salud y siguió haciendo una vida normal, cumpliendo, eso sí, con las restricciones sanitarias y tomando las precauciones oportunas para evitar contagiarse. En el momento en el que se empezaron a administrar las vacunas contra el coronavirus, se puso las dosis correspondientes. No tuvo ningún tipo de reacción, pero a la semana de recibir la tercera empezó a encontrarse «muy mal».

Tenía fiebre y además estaba muy cansada. Acudió al centro de salud, pero lo único que le dijeron es que podría estar así por la vacuna. A medida que pasaban los días, María cada vez se sentía «peor». Como los síntomas no habían desaparecido, los médicos decidieron hacerle una PCR y efectivamente, tenía coronavirus. «En ese momento estaba confinada y mi pareja nunca pasó la enfermedad por lo que no sé si realmente fue un contagio o ya lo venía arrastrando y con la vacuna el sistema inmunológico se saturó», cuenta. Aunque la duda está en el aire, lo cierto es que a partir de ahí esta asturiana empezó a vivir una auténtica odisea.

Más síntomas y menos salud

Lejos de mejorar, su estado de salud iba deteriorándose. Comenzó a tener fiebre «a todas horas» y a padecer migrañas continuamente. «Es verdad que este tipo de dolor de cabeza ya lo había tenido de joven, pero era más bien en momentos puntuales y, como mucho, una o dos veces al año», señala. Debido a las jaquecas, María no soporta la luz, los ruidos ni los olores. Tiene además náuseas y vértigos. Ha perdido incluso la memoria y es incapaz de concentrarse. «Antes leía dos libros a la semana y hoy por hoy soy incapaz de leer nada, porque cuando acabo de leer una hoja no me acuerdo de lo que leí al principio», cuenta.

El coronavirus también hizo que comenzase a tener episodios de tendinitis indistintamente en varias partes del cuerpo, además de provocarle importantes cambios en su ciclo menstrual. Empezó a tener la regla día sí y día también. «Estuve un año entero con sangrados diarios superabundantes», detalla. Ha irritado además el intestino. «Durante unos nueve o diez meses tuve unas diarreas continuas que eran brutales y de ahí pasó a alternarse con el estreñimiento», dice. Y por si fuera poco, en alguna que otra ocasión le ha provocado cólicos de riñón. «Me hacen análisis de orina y me dicen que tengo microhematuria, pero cuando me realizan las ecografías, no aparece nada», dice.

Precisamente ese es uno de los problemas a la hora de detectar que se trata de covid persistente. Aunque los pacientes siguen teniendo los síntomas, después de haber pasado la fase aguda de la enfermedad, cuando realizan las correspondientes pruebas médicas todo apunta a que el sistema inmunológico está bien, cuando es todo lo contrario. De ahí a que los enfermos, por si fuera poco con lo que lidian, tengan que realizar una carrera de fondo hasta lograr un diagnóstico certero. Van de especialista en especialista hasta que algún facultativo consigue hilar fino y determina que toda esa marabunta de indicios son debidos al long covid.

Cuando sonó por primera vez el nombre de «covid persistente»

En el caso de María fue su médica de cabecera quien se lo diagnosticó. Le ahorró todo ese trasiego de tener que ir de consulta en consulta hasta que el nombre «covid persistente» entrase en juego. Podríamos decir que esta asturiana tuvo suerte, porque a la mayoría de los pacientes no les queda más remedio que andar de la ceca a la meca hasta saber realmente qué es lo que tienen. «A los pocos meses del segundo contagio me dijo lo que me pasaba y me derivó a medicina interna para poder seguir el protocolo de actuación que había sacado la consejería de Salud pero que no llegó a implementarse con eficacia», asegura.

La «única» cita que tuvo fue en junio del 2022 y aunque llevaba con ella un informe en el que figuraba que padecía covid persistente, asegura, la médica que la atendió «no quería ni hablar» de esta enfermedad. «Vino a decirme que todo lo que me estaba pasando era de la edad. Pero si realmente es de la edad, digo yo que tiene que ser algo progresivo. No te salen de un día para otro varices. Yo nunca las tuve y en ese momento tenía las piernas llenas de arañas vasculares… Es verdad que por aquel entonces no se conocía tanto esto, pero no puede decir que es algo normal», clama María.

Una aneurisma cerebral y un tercer contagio ponen en jaque su estado de salud

No fue hasta meses más tarde cuando la atendió por primera vez la neuróloga, por mor de las migrañas. La experta en el cerebro y el sistema nervioso le mandó hacer una resonancia, que para su sorpresa arrojó como resultado una aneurisma cerebral. Al tener un vaso sanguíneo sobresalido, con los consiguientes riesgos que ello conlleva, esta asturiana fue sometida a una operación de la que todavía, poco a poco, se va recuperando.

Por si fuera poco todo lo vivido, María se contagió el pasado verano por tercera vez. Y eso que tiene «mucho cuidado». Si por ejemplo acude al hospital o hace uso del transporte público, como sabe que va a estar rodeada de muchas personas, se pone el cubrebocas por lo que pueda pasar. «Sí que hay veces que decido quitarla porque ya es o mi salud mental o seguir llevando la mascarilla», confiesa, antes de señalar que no sabe si desde entonces se ha vuelto a reinfectar una vez más. Tampoco lo he mirado, porque a día de hoy no se hacen PCRs, no queda registro de nada y al final tampoco me quiero obsesionar más de lo normal», revela.

«He pasado de tener una vida de una persona de 40 y pocos años a una de 80»

Desde que el covid se ha vuelto persistente, esta asturiana no ha tenido ningún tipo de mejoría. Y de darse, estas han sido muy pasajeras. Por poner un ejemplo, antes hacía rutas de montaña. «De hecho me dediqué bastante a ser intérprete medioambiental y a diario hacía bastante actividad física», explica, «pero desde hace dos años no puedo ni siquiera dar una vuelta a la manzana sin tener que parar a descansar». La semana pasada, cuando físicamente se encontraba algo mejor, intentó caminar algo más, que para ella sería como ir desde el Museo Arqueológico de Oviedo hasta la estación de Alsa —«un trayecto que en mi condición me lleva una hora», dice—, pero ya vuelve a tener «ese cansancio infernal».

«He pasado de tener una vida de una persona de 40 y pocos años a una de 80», lamenta María, que se ha visto obligada a sacar y encadenar bajas laborales al ser incapaz de desempeñar como teleoperadora comercial. Estuvo un año de permiso hasta que le dieron el alta «forzosamente». Fue justo una semana antes de que tuviese de nuevo cita con la neuróloga. Hizo una reclamación al INSS para esperar a la valoración de la especialista pero se la denegaron y la mandaron volver a su puesto de trabajo.

«Lo único que quiero es poder volver a mi vida normal porque esta enfermedad te cambia radicalmente la vida»

A duras penas se presentó en la oficina. La pusieron en un puesto «más liviano», pero apenas era capaz de desempeñarlo. «No hice ni una sola venta. Es más, pensaba que me iba a morir, entre el ruido de fondo, la luz de las pantallas...», cuenta, y señala que en aquel momento la empresa contaba con un modelo mixto de empleo, en el que solo había que ir un día a la semana a las oficinas. «Aunque me recalcaron bien cuándo tenía que ir, ese día no me acordé para nada y me conecté desde casa», dice María, quien al diagnosticarle la aneurisma volvió a sacar la baja laboral.

«Si me tiene que dar una incapacidad, que me la den, pero que no me manden ir a trabajar de esta manera, porque es imposible trabajar así»

La semana que viene hará un año que está de baja, por lo que está pendiente de recibir la carta de resolución del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS). «Estoy nerviosa porque sigo igual de mal. El aneurisma está bien porque eliminaron el riesgo de que haya un derrame cerebral, pero la sintomatología que arrastraba sigue siendo la misma. Y si el año pasado me mandaron a trabajar, este yo creo que van a hacer lo mismo, cuando estoy peor aún, porque he pasado por todo ese proceso de la aneurisma», cree.

Al igual que el resto de los pacientes con covid persistente, a María lo que más le gustaría sería poder volver a incorporarse a su puesto de trabajo, porque eso significaría que su estado de salud había mejorado realmente. «Sigo siendo optimista de que pueda tener una mejoría, porque hace unos días he podido empezar un nuevo tratamiento que espero que haga efecto. Pero bueno, yo lo único que quiero es poder volver a mi vida normal, porque esta enfermedad te cambia radicalmente la vida. Si me tiene que dar una incapacidad, que me la den, pero que no me manden ir a trabajar de esta manera, porque es imposible trabajar así», clama la asturiana, que espera que, por lo menos, le den una prórroga en la baja laboral.

La ayuda que le presta el colectivo Covid Persistente de Asturias

En esta incansable lucha contra esta incapacitante enfermedad María cuenta con el apoyo incondicional del colectivo Covid Persistente de Asturias. Esta asociación sin ánimo de lucro busca visibilizar y denunciar la situación en la que se encuentran las personas que padecen esta enfermedad. «La labor que hacen me parece increíble. Date cuenta de que al final somos todos enfermos, no es un movimiento de activismo cualquiera, sino que estás peleando por ti mismo, encontrándote mal tú mismo», manifiesta esta asturiana que conoció la entidad a raíz de una publicación en La Voz de Asturias.

También agradece el apoyo que «encuentra» en el propio grupo, ya que en estos casos, como afirman los propios paciente, hay un momento que llegan a plantearse la enfermedad al sentirse «incomprendidos», «tanto por parte de la sociedad en general como de tu propia familia». «Este es un espacio donde nos sentimos aceptados y comprendidos, no invisibles», resalta.

Cualquier persona con secuelas prolongadas del covid-19 que no forme todavía parte de la asociación puede ponerse en contacto con el colectivo a través del siguiente correo electrónico: covidpersistenteasturias@gmail.com