UN PROYECTO DE ALIMERKA

La alimentación complementaria se ha vuelto más flexible en los últimos años, deshaciéndose de normas férreas para dar paso a un mayor sentido común

La maternidad y la paternidad son etapas llenas de cambios y sensaciones que cada semana ponen a prueba la capacidad de adaptación de los adultos hacia ese pequeño ser humano al que crían día a día con muchas dudas pero con infinito amor. Uno de los capítulos que más inquietudes suscita es el de la alimentación complementaria que suele comenzar a los seis meses de edad. El compromiso de los padres y madres está cada vez más enfocado a que sus pequeños puedan disfrutar de una alimentación equilibrada y saludable aunque ello suponga un esfuerzo mayor a la hora de preparar las comidas. Todo es gracias a que cada vez disponemos de más información y más útil en parte por los datos que, con el paso de los años, han demostrado que las pautas férreas que se imponían hace tiempo ya no tienen justificación.

Lo que sí se mantiene como principal premisa es que cuando a los seis meses -suele ser la edad media aunque a veces comienzan el proceso a los cuatro meses- se inicia la alimentación complementaria, hay que tener en cuenta que, precisamente, es un complemento a su alimento principal que seguirá siendo la leche hasta que cumpla el primer año de vida. En torno al medio año es momento de experimentar con nuevos alimentos y texturas ya que el bebé va a mostrar cierto interés por descubrir nuevos alimentos y sus sabores; está en una etapa en que cada cosa que coge con las manos se la acerca a la boca. Boca con la que comienza a hacer movimientos de masticación y sonidos con los labios, además de babear más que de costumbre. Todo ello son indicadores de que el bebé está preparado para alimentarse con nuevos productos más allá de la leche.

¿Por dónde empezar?

Ya no hay una lista inamovible de alimentos cuyo orden haya que seguir a rajatabla a la hora de alimentar a los bebés. Antes se insistía en comenzar con frutas «populares» como pueden ser el plátano, la pera, la naranja o la manzana. Sin embargo, ahora mismo, se prioriza que los primeros alimentos que se prueben sean frutas o verduras de temporada y no aferrarse a un firme guion en el orden de los alimentos desaprovechando así todo el potencial y nutrientes que tienen los productos de cada época.

Ahora que ya estamos en el comienzo de la primavera, es ideal probar con aguacate, melón, sandía, melocotón, fresa o kiwi. Estos tres últimos -melocotón, fresa y kiwi- antes estaban en la lista de las frutas potencialmente alérgenas pero con el tiempo se ha demostrado que acaban resultando más alérgenas cuando más tarde se introducen. Por tanto, cuanto antes las prueben, menos posibilidades de intolerancia tendrán en los más pequeños. 

Otra de las tendencias es que se puede comenzar merendando alimentos que normalmente no merendaríamos, pero los bebés están en una fase de probar y tienen que probar de todo aunque creamos que «no es el momento». Merendar una zanahoria o una patata cocida es una idea buenísima y más aún si lo hacemos presentándola en trocitos manejables para las manos del bebé y que él o ella pueda autogestionarse. Es la práctica conocida como baby led weaning o, lo que es lo mismo, dejar al bebé autodirigirse para llevarse él la comida a la boca en la cantidad que desee. En definitiva, abrir el abanico de sabores y texturas es lo más recomendable para que el paladar se vaya educando desde edades tempranas e ir también asegurando una ingesta equilibrada de nutrientes esenciales.

Si hubiera que poner una nota negativa al tema de la alimentación es que ha ganado mucho peso el tema de las alergias e intolerancias a ciertos alimentos. La leche (sobre todo la de vaca), los huevos, algunos mariscos y pescados, la soja, el trigo… una lista que cada vez es más amplia y que provoca síntomas como la inflamación de labios o lengua, picores, dificultad para respirar, hinchazón abdominal, náuseas, vómitos, diarreas... Lo bueno de todo esto es que cada vez hay más información al respecto en cuanto a cómo introducir estos alimentos y observar cómo se toleran, además de disponer de más alternativas para poder esquivar estos alimentos y seguir alimentando a los bebés con recetas igual de atractivas y saludables como si no fueran alérgicos o intolerantes. También hay casos en los que estas intolerancias van desapareciendo con el paso del tiempo, pudiendo volver a introducir estos alimentos en pequeñas cantidades hasta niveles normales.

La alimentación infantil es tan amplia como el abanico de alimentos por lo que en próximos contenidos seguiremos descubriendo trucos y recetas para que los más pequeños de la casa crezcan sanos y felices disfrutando de la comida.

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